REPORTAJE
SEPULTUREROS, EMBALSAMADORES, NECRÓFILOS...
LA CIUDAD DE LOS MUERTOS
Por Rafael Aceituno.
11 de la mañana.
Un tráiler lleno de cadáveres avanza lentamente por Avenida Constituyentes.
Se detiene.
Quiere entrar al Panteón de Dolores.
Retrocede, gira, calcula...
Imposible: demasiado grande.
Mientras tanto, la carga está revuelta: cabezas, piernas, dedos...
Un adolescente observa la escena.
15 años después, recuerda:
“Fue en el 85, señor.”
“¿Durante el terremoto?”
“Sí. No la olvido.”
“¿Amarga experiencia, José?”
“Pesada, mi señor, pesada.”
El hombre pone los brazos en cruz.
Jura:
“Por eso me hice sepulturero.”
Y remata:
“Aquello me caló hondo.”
EL BAUTIZO: UN RITUAL DE VALOR
“Entierro a los muertos desde que cumplí 16 años –afirma José Marcial Chávez frente a la tumba del general Sóstenes Rocha-. Primero fui ayudante. Luego, subí de categoría. Este oficio tiene dificultades. ¡Cómo no!
“Los sepultureros tenemos que pasar varias pruebas de hombría. No son obligatorias. Pero las exigen muchos compañeros. La más dura es una que nosotros llamamos sacudidora. También le decimos el bautizo.
“¿En qué consiste? Hay que probar tantita carne de difunto. Aunque sea un trocito. Así, mire: pequeñito. ¿La verdad? No he podido hacerlo. ¿Para qué le miento? Podría aguantar el sabor... Tal vez... Pero no el olor.
“El bautizo se da cuando uno hace su primera exhumación. A veces los familiares del muerto quieren llevárselo a otra parte. Realizan sus trámites. Entonces nos ordenan desenterrar al cadáver.
“No vaya a pensar que los deudos se llevan el esqueleto completo. No, señor. Sólo las cenizas. Antes deben cremarlo. Pero en el horno exigen que los restos estén áridos. O sea: limpios.
“Le explico. Abrimos la tumba. Digamos que el occiso fue enterrado hace 2 años. ¿Qué encontramos? Puros huesos pelones. Sí. Nada más que todavía tiene carnita. No mucha. Poca pero hay.
“Nosotros la quitamos con un vidrio. Raspamos duro porque cuesta mucho trabajo. Sobre todo, aquella parte que mejor se conserva: la espaldilla. Ahí damos la probadita. Señal de que somos hombres valientes.
¡FUE UN MILAGRO PERO NO QUEDAMOS LOCOS!
“¿Mis recuerdos más tristes, señor? Los de 1985. ¡Qué año! ¿Se acuerda del sismo que casi destruye al Distrito Federal? Mi padre era panteonero. Yo, chamaco, siempre andaba con él.
“¿Ha oído hablar de la fosa común? Bueno: el único lugar permitido para tenerla es el Panteón de Dolores. No existe otro. Aquí llegaron los que murieron durante el terremoto y nunca pudieron ser identificados.
“¡Fue un milagro pero no quedamos locos de enterrar tanto cadáver! Ni dormíamos. Venían camiones de volteo repletos de muertos. La mayoría
destrozados. Pedazos de cabeza, hombros, piernas... Todo revuelto.
“Eran miles. Uno que otro intacto. Pero sólo casos raros. Los vehículos vaciaban su carga y se iban. Al rato volvían más y más y más... Jalábamos a los finados con un gancho para darles ora sí que cristiana sepultura.
“El tráiler del que le hablé al principio no pudo entrar a Dolores. ¿Cómo? ¡Tamaño animalote! Lo mandaron para Iztapalapa. Allá sí descargó. Quedaron enterrados en San Nicolás Tolentino.
“No me puedo olvidar de una muchachita que nos mandaron. Delgada, pelo rubio, blanca. Muy bonita ella. Debió tener 14 ó 15 años. ¿Quién era? ¡Sepa! Sus caderas estaban aplastadas. Lastima...
“¿Pasa usted a creer que hasta me enamoré del cadáver? ¡Cómo lo oye! Uno no es de palo. Los enterradores sentimos. A la mera hora vivos y muertos son iguales. La sueño, señor... Todavía la sueño...
CRÁNEOS PARA BEBER VINO
“Los cementerios pican mucho la curiosidad de las personas... Familiares y amigos se acercan a nosotros para que les contemos historias de aparecidos o fantasmas. ¡Ay, señor: esas son vaciladas!
“Un Campo Santo –como decía mi abuelo- tiene de todo. Encontrará hombres decentes, trabajadores y serviciales. También –para qué nos hacemos- ratas de 2 y 4 patas. Lo que guste...
“El hambre es canija, señor. Aquí puede sacar un billetito. ¿Qué hace usted cuando anda amolado? Pues entrarle a lo que sea, ¿no? La Ciudad de México tiene 109 panteones civiles y 14 privados. ¿Se imagina el negocio?
“La forma mejor conocida para guardar unos centavitos es vender cráneos, tibias, rótulas o esqueletos enteros... Los clientes son estudiantes de medicina, coleccionistas, arqueólogos y tipos locos.
“Las leyes ordenan: pasados 7 años los muertitos que no tienen derechos de perpetuidad deben ser exhumados. El administrador dice: A ver: sáquenme esos restos. Pónganlos encima de la tumba hasta que vengan sus familiares.
“Así lo hacemos. Pero la familia nunca llega. Se olvidan completamente de sus fallecidos. Y ahí quedan: al aire libre. Los sepultureros esperamos. Si vemos que nadie reclama, entonces vamos tomándolos.
“Conocí a un ingeniero que recolectaba cráneos. Los tenía de adorno en su casa. Hacía ceniceros, lámparas, vasos para el vino... Juntó más de 800. Iba por los cementerios buscándolos. Pagaba bien. Muy cumplido y serio.
“Otras personas nos hacen pedidos francamente chiflados. Le dicen a usted: Quiero una mano en buen estado. Fresquecita. Con carne. Eso sí que está difícil. ¿Imposible? No, tampoco.
“Ahora: esas ya son cosas muy serias. Lo descubren cortando manos de cadáveres recién enterrados y puede ir a la cárcel. Se juega el sustento de su familia. Yo no le entro. ¿Para qué arriesgarme?
“Hay compas que sí se la rifan. Son capaces de venderle lo que sea. No les queda de otra. Un trabajador de panteones gana cuando mucho 1500 pesos mensuales más las propinas.
“Sume: por cuidar una tumba, tenerla limpia, y vigilarla los deudos nos dan 60 pesos mensuales. Ponga usted que de ahí saquemos unos fierros extras. Más lo que recibimos por nómina. Total: 2500 al mes. ¿Quién puede con eso?
“Sepultureros, veladores, choferes y empleados administrativos vivimos, como usted dice, en la ciudad de los muertos. ¿Qué más puedo contarle? Mejor aquí la dejamos, ¿no?”
EMBALSAMADORES: OÍR EL CANTO DE LOS MUERTOS
“¿Ya, maestro?”
“Sí. Pásele. Hágame favor.”
Entramos.
El cuarto es pequeño y frío.
Aquí: un cadáver.
Allá: otro.
Arriba: uno más.
Por la izquierda...
Son las tres de la tarde.
Estoy en la funeraria Jardines del Tiempo.
Seferino Dolores Palma, embalsamador, toma aire.
Dice:
“Vea: mi mundo personal.”
Y lo describe:
“Este aparato filoso como pica hielo se llama Trucker. Mide 50 centímetros. Se conecta a unas mangueras. Sirve para limpiar los cuerpos. Absorbe líquidos y materia fecal. Funciona igual que una aspiradora.
“Cuando el Trucker toca las cuerdas vocales, los muertos empiezan a emitir ruidos. Se escucha un sonido diabólico: Uuuuuu. Parece que están cantando. La primera vez que hacemos esto nos estremecemos.
“Por supuesto: nada sobrenatural. Tiene una explicación científica. Jamás permitimos que los deudos presencien un embalsamamiento. Piense en las impresiones del familiar que oye nuevamente la voz de quienes ama.
“Embalsamar es un arte. Bañamos el cuerpo. Lo secamos. Usamos ceras para maquillarlos. También peinamos cadáveres. El doliente entrega una foto. Pide: Déjemelo así. Cumplimos.
“Por lo general ya no inyectamos las sustancias conservadoras con jeringas. Utilizamos una máquina que lo hace por nosotros. Va graduando poco a poco la entrada de los compuestos químicos.
“Hay que tener cuidado. De lo contrario, podemos hacer explotar el rostro del difunto. Estalla. No: aquí, afortunadamente, jamás hemos tenido un problema de ese tipo.
“Al terminar el trabajo metemos los órganos del extinto en la cavidad torácica: corazón, riñones, hígado... Todo junto. Cosemos bien y listo: misión cumplida.
“Algunos días embalsamo hasta 12 ó 16 personas. ¿Casos difíciles? Los accidentados. Debemos reconstruirlos. Por ejemplo: taparles un hoyo en la frente, hacer de nuevo la quijada...
“Estoy acostumbrado a ver rarezas. ¿Sabía que los muertos suelen tener erecciones? Del mismo modo, mueven los dedos de las manos. Me gusta mi trabajo. Siento la mayor satisfacción al escuchar: ¡Qué bien lo hiciste!”
NECROFILIA: AMOR CONSTANTE MAS ALLÁ DE LA MUERTE
Trabajé como enfermera durante 5 años en el Hospital Central Militar. Cierta noche, oímos unos gritos espantosos. Venían del sótano. Ahí estaba ubicado el Departamento de Patología.
Fuimos corriendo a ver qué pasaba. ¡Cuál no sería nuestra sorpresa! ¡Encontramos al velador fornicando con el cadáver de una chica que tenía apenas 5 horas de muerta!
La difunta sufrió una contracción en el momento del coito. Lógico: el pene del hombre quedó atrapado y no podía sacarlo. Gritaba. Tuvimos que cortar el cuerpo para destrabarlo. ¡Qué impresión!
Alejandra Osorio, especialista en cuidados intensivos.
***
Por esa época –1975- estaba haciendo mi servicio social en el Hospital General. Había escuchado rumores alarmantes. Contaban que el encargado de cuidar cadáveres tenía sexo oral con los fiambres.
Sólo me reía. Aquello sonaba ridículo. Sin embargo, pude comprobarlo. Dos residentes y yo lo encontramos chupando amorosamente los senos flácidos de una mujer madura que había muerto de paro cardiaco...
Roberto Macías, patólogo forense.
***
Los catalépticos son personas que manifiestan signos de muerte: se les detiene el corazón, pierden pulso, no respiran... Pero aún están vivos. Cualquier médico pueden confundirse y expedir el certificado de defunción.
Hace años llegó el cadáver –entre comillas- de una joven muy bella a equis funeraria del Distrito Federal. Iban a embalsamarla. El cuerpo ya estaba listo para comenzar el trabajo. Faltaban pocos minutos.
Un empleado entró al cuarto. La vio y decidió hacerle el amor. Estando en pleno acto sexual, despertó la mujer. El hombre enloqueció. Los familiares trataron de localizarlo para darle una recompensa. No pudieron hallarlo.
Julio García, gerente de la funeraria Jardines del Tiempo.
CATALOGO PARA EXTRAVAGANTES
El mercado de piezas cadavéricas en el Distrito Federal funciona como una industria organizada. Se apoya en tres puntos: cuerpos policiacos, administradores de panteones y sepultureros. Esta es una muestra.
*Esqueleto de adulto: 1700 pesos. Se obtiene, previo contacto, en los panteones de Dolores, y San Nicolás Tolentino.
*Esqueleto de niño: 1300 pesos. Se surte bajo pedido. Los principales proveedores se encuentran en el panteón de San José Ixtacalco.
*Tórax armado y pulido: 1250 pesos. Incluye esternón, cartílagos, raquis y costillas. Distribuidor fundamental: panteón de San Pedro Apóstol.
*Cráneo: 650 pesos. Es posible comprarlo en 45 de los 109 panteones civiles que tiene la Ciudad de México.
*Húmero: 300 pesos el par. Mejor lugar de compra: panteón de Guadalupe.
*Fémur: 150 pesos. Pieza de fácil localización en todos los cementerios.
*Tibia: 80 pesos. Abunda en San Nicolás Tolentino.
*Peroné: 40 pesos. Se vende, incluso, en el mercado de San Juan.
1 Comments:
Prueba.
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